O Brasil: el comienzo

Por fín me instale en Sao Paulo, desde mi cuarto que comparto con Sebastián saldrán los escritos de los próximos seis meses, y los que sin duda alguna vendrán cargados del sabor brasilero.

Llevo un poco más de 10 días pero siento que han pasado varios meses. Posiblemente es porque la ciudad me ha encantado y no tendría reparo en quedarme a vivir acá. También puede ser porque nuestro acento de forasteros llama la atención y hace que la atención siempre sea muy buena, o sencillamente porque siempre había querido este viaje y todo, paso tras paso, lo estoy disfrutando y lo seguiré haciendo.

Lo que he aprendido en este poco tiempo ha sido lo siguiente:
Nunca compre sandalias Ipanema, solo Havaianas.
Las palabras “buceta” y “cu” no pueden ser pronunciadas.
Es cierto, las mujeres, sólo en su juventud, son lindas.
Tan cercanos que somos y también creen que en el jardín de nuestras casas cosechamos coca.
Todo es muy caro, en especial una granadilla que cuesta $15.000.
La dieta del espagueti, arroz y fríjol se está haciendo una realidad.
Vivo con la Marquesa de Itú.
No se habla de copy y gráfico, sino de redactor publicitario y director de arte (como debe ser).
Afortunadamente enseñan que su primer trabajo como publicista va a ser diseñar los folletos de pizzerias, supermercados y bancos.
Los hombres no son caballeros. A las mujeres no les importa eso.
La proporción de mujeres y hombres estudiantes de publicidad es de 15 a 2.
Mi sueño de ir en sandalias y pantaloneta a la universidad va a ser más fácil de conseguir de lo que pensaba.
Estudio en una universidad muy gomela donde los celadores andan en Segways.
La gente es perezosa para caminar, todo les queda lejos.
Las chilenas son agrandadas.
En cierto que pasan muchos helicópteros todos los días porque el tráfico es un caos.
Los profesores son intelectuales.
El branding es una realidad no una utopía.

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