Como ya es costumbre en este país (Brasil), los feriados se convierten en una excusa casi obligatoria para viajar, sobre todo a las playas cercanas. Por Colombia nos uníamos 4 representantes (Andrés, Marlon, Luisa y yo), más dos de Chile (Isidora y Josefina), a esta costumbre brasilera. El viaje tenía un son diferente: alquilamos un carrito.
Siempre habíamos ido en flota de un lado a otro, pero la jinga tendría más actitud montándonos en nuestro propio carro y saliendo a las carreteras. Sin importar que casi no cupiéramos los 6 en ese corsa negro, salimos a improvisar cómo llegar a Parati. Siguiendo el dicho de “preguntando se llega a Roma”, salimos a las 4pm de Sao Paulo, por la avenida Airton Sena que nos debería llevar a la ciudad que queríamos. Al ritmo de mezclas de punk, rock, salsa, tropi pop, techno, vallenato y una mezcla infinita de música estábamos más que motivados.
El viaje se estimaba en unas 5 horas. Iríamos en gran parte por la misma carretera que va a Rio de Janeiro y haríamos un desvío en alguna parte. El problema era saber cuál era el devío. Todo el mundo nos decía diferentes rutas, por el litoral, por la druta, por la estrada… tanto así que llegamos a Rio de Janeiro. Los planes cambiaban un poco pero esa ciudad no tenía nada que nos disgustara, pero como los que habíamos ido antes habíamos ido en bus, el miedo de no saber por dónde coger y ganarnos una nueva visita de Ze Pequeño, pero esta vez nosotros en carro y con un banquete más satisfactorio para él, nos preocupaba bastante. Aparte de eso, se suele escuchar de los cientos de muertes por balas perdidas en la guerra que llevan las fabelas con la policía. De un momento a otro, y como mandado del cielo, Andrés recordó una palabra “Linha Vermelha”… fue tanta su seguridad que creímos en que sería la vía a la tranquilidad… a Copacabana e Ipanema, y así lo fue.
Al centro de la ciudad llegamos como a las 11pm y ahora el problema era conseguir dónde hospedarnos. Como buen feriado, todo estaba lleno, caro y las posibilidades se acababan. Un hostel, muy caleto, normalito, pero para dos amigos, que son unas princesas, un poco feito, nos acogió tipo 12m. Comida suave, música en la terraza, cocktails binacionales, la visita de un colombiano perdido en Brasil, y más nos mandaron a dormir hacia las 4am.
Un desayuno barato, como el de todos los hostales, nada de baño, nos sacaron a visitar el Corcovado. Luego, almuerzo en Copacabana, playa, fútbol y hacia las 6pm decidimos ir, ahora sí, a Parati. Parecíamos unos “sabrosones” en la carretera escuchando de todo, contándonos hasta el más remoto chisme, experiencia, dato, curiosidad o lo que sirviera para mantenerme despierto y entretenido al volante. No sé por qué, pero pareciera que no llegábamos, no habían letreros, mensajes, indicaciones, no nos atrevíamos a preguntarle a nadie por inseguridad, la carretera estaba vacía y oscura, incluso pensamos en que nos habíamos pasado… al final un aviso de “Parati 14Km” nos volvió a poner en actitud y emoción. Emoción que no duró mucho cuando un cambio de luces de un carro que venía en frente me dejó medio ciego, no me dejó ver un huecazo y el rin de la llanta delantera izquierda se torció dejando salir todo el aire.
Los recuerdos del pasado (ver “Conocí a Ze Pequeno”) me empezaban a atormentar. Era de noche, en la carretera, por fortuna éramos más, pero con más cosas por robar. Con Marlon nos pusimos en la tarea de cambiar la llanta y por “fortuna” dimos con el desarrollo más elaborado de un gato. No entiendo por qué les da por complicar la vida a los diseñadores mecánicos. De una pieza tan simple y útil como un gato neumático, les dio por ponerles diseño, aerodinámica y no sé qué más tecnología que lo único que hizo fue tener que subir y bajar el carro 3 veces, perder mucho tiempo y tener los nervios alborotados. Por fin lo logramos y llegamos al bendito pueblo tiempo después.
Aunque era de noche, la blancura de las casas, las calles enpiedradas me transportaron a Villa de Leyva, que extraño tanto. De nuevo, teníamos la tarea de encontrar una posada, nos dividimos en grupos y conseguimos una casa con camas y baño que eran apenas lo que necesitábamos. Más que cansados, sobre todo yo por la manejada, comimos y derecho a la cama a chismosear un buen rato.
Domingo de playa, sol, fútbol, mar y más, listos para quedar bronceados y contentos. Paseo por las calles, fotos casuales, postre, asadito en la casa… una tarde deliciosa. En la noche fiesta casual en la playa, con el mismo revuelto de música, cada uno escogiendo la suya para recordar, pensar, bailar… para lo que fuera.
Dolorosamente nos acostamos a las 4am, para levantarnos a las 7am e intentar devolvernos. Esta vez me auxiliaron 2 horas en el volante porque el sueño no era normal y no era prudente. Regresé a la carretera, poniéndole ritmo porque teníamos presión para devolver el carro. Llegamos al caos vehicular de Sao Paulo, llegamos a la casita.
lunes, 19 de noviembre de 2007
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2 comentarios:
Pero faltaron las fotos; porque no colocaste al menos una?
Se nota que el paseo estuvo emocionante y perfecto para un buen fin de semana fuera del país.
Eso quiere decir que cuando regreses traeras una maleta con solo recuerdos!
Saluditos!
Pura furia.
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